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El Perro de Lady Moro



Santo Tomás Moro, que llegó a ser Canciller de Inglaterra y amigo íntimo del rey. Tenía como norma el cumplimiento de su deber profesional. Siempre obró con toda rectitud y justicia y jamás tuvo preferencias por nadie, ni aún por sus propios familiares.
Por decir al rey la verdad y no querer doblegarse a sus injustos mandatos fue martirizado y murió por la fe.
Siendo Santo Tomás Moro magistrado de Londres, había una pobre mujer que tenía en propiedad un hermoso perro. Una tarde el perro desapareció. Se lo había robado un individuo.
Cuando ya pasaron varios días, el ladrón vendió el perro a Lady Moro, esposa de Santo Tomás Moro. La dueña del perro no cesaba de buscarlo, y al fin se enteró que su perro lo tenía Lady Moro. Se lo reclamó, pero ésta no quiso dárselo.
La pobre mujer se presentó una mañana en la Audiencia y se quejó a Santo Tomás Moro de que su esposa retenía el perro, siendo ella la verdadera dueña.
Tomás Moro hizo llamar a su esposa a la Audiencia. Llegó ésta al cabo de un buen rato.
Colocó a su esposa en un extremo de la sala y a la dueña del perro en el otro. Santo Tomás Moro se colocó en medio con el perro en brazos y les dijo a las dos mujeres que llamaran al animal.
El perro, al oír la voz de su antigua y verdadera dueña, corrió hacia ella.
Entonces el santo magistrado se volvió a su esposa y con una sonrisa que indicaba paciencia le dijo: "El perro no os pertenece, hay que consolarse". Pero ella no quería conformarse.
Entonces su marido compró el perro por tres veces su valor, con lo que todos quedaron satisfechos. Lady Moro cogió el perro y se lo llevó a su casa. Santo Tomás Moro cumplió con una hermosa virtud, la de la Justicia. 

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