No
estamos llamados a imitar el ejemplo de los cobardes que dicen tener fe
pero que salen despavoridos ante los primeros nubarrones de la
tormenta. Nosotros sabemos que tener fe no es fácil, pero es lo mejor
que podemos hacer. No hace falta que nos convirtamos en "bateadores
espirituales" que, para solucionar sus problemas, van probando una y
otra cosa pero que al final se quedan con las manos vacías.
Nosotros debemos aferrarnos a la fe fuerte que tenemos en Jesús. Por
esa fe y confianza que tenemos en Él, rechazamos el desaliento, la
desilusión, el temor, la ansiedad, el miedo. Las dificultades que
tenemos, en lugar de desanimarnos nos estimulan a creer más
profundamente en el poder del Señor Jesús.
Los resultados que esperamos vendrán a su debido tiempo, mientras
tanto, nos mantendremos confiando en Dios y en los esfuerzos que hace
para ayudarnos a vencer. Al final nos recompensará por la fe ilimitada
que tenemos en Él.
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